Malvado Dragón de siete cabezas,
rugidos infringes en caminos blancos,
caminos limpios de lodo y barro
fuentes que discurren sin atascos.
Solapado te escondes en el verde musgo,
buscas sin reparo acomodar tu entorno,
construir el nido , depositar tus huevos,
que nazcan embriones fecundos, eternos.
Con toda la prole ya crecida
le haces frente a la campiña,
te desbordas con todos tus hijos
penetrando en los surcos benditos.
La Campiña tiembla, sufre, se eleva
al sentir la quemazón de tantas lenguas,
no puede resistir tal envite ,
subyace inconsciente, hasta la muerte.
Leonor Rodríguez Rodríguez
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